Fractura Vertebral

Preguntas frecuentes

La fractura vertebral es una entidad patológica que puede ocurrir en el contexto de diversas
situaciones. Su presentación habitual acontece tras el traumatismo raquídeo, espontáneamente en presencia de osteoporosis/osteopenia o ante la existencia de enfermedad oncológica de debut o en progresión. En estas situaciones se produce una incompetencia ósea por rotura de la estructura trabecular que forma la vértebra sana pudiendo verse afectado el complejo ligamentario y discal que en su conjunto aportan la biomecánica necesaria para la estabilidad y funcionamiento de la columna vertebral.

Clásicamente se presenta con clínica de dolor agudo, con localización preferentemente en línea media y que se exacerba con la movilidad del raquis o la bipedestación. A ello se puede sumar sintomatología neurológica en los casos en los que las raíces nerviosas o la médula espinal puedan estar comprometidas (dolor radicular y/o déficit sensitivo-motor). La confirmación de la fractura vertebral basada en la sospecha clínica de inicio, viene sustentada por las pruebas de imagen. Éstas incluyen la radiografía simple como primera aproximación, la tomografía computerizada para evaluar las características de la misma desde el punto de vista morfológico y la resonancia magnética, que aporta información acerca de la afectación del complejo ligamentario-discal indicando también la agudeza o antigüedad del proceso.

En cuanto al tratamiento se contemplan las medidas conservadoras (ortesis) y las técnicas
quirúrgicas (abiertas, semi-invasivas o mínimamente invasivas). La toma de decisión acerca del manejo óptimo se basa en el estudio de distintos parámetros para cada caso particular; las características morfológicas de la fractura, la evolución de la misma después de iniciar medidas conservadoras y la posibilidad de afectación neurológica son los principales determinantes a tener en cuenta.

El uso de la ortesis se indica en aquellas fracturas en las cuales los fragmentos óseos no presentan un excesivo desplazamiento entre ellos, no hay afectación de partes blandas que comprometan la estabilidad del raquis o se prevea una rápida consolidación. La duración del tratamiento oscila entre las 6-12 semanas y durante este transcurso de tiempo se realizan pruebas de imagen y valoraciones clínicas que analicen el estado del paciente (la consolidación del fractura se acompaña de mejoría progresiva del dolor) y la morfología evolutiva de la fractura.

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